Los metales de tierras raras son 17 los elementos químicos de la
tabla periódica y aunque muchos se encuentran en abundancia en la
corteza terrestre, sus propiedades geoquímicas y su dispersión los hacen
difíciles de extraer en formas puras, necesarias para su uso en muchas
industrias indispensables. Estos metales se utilizan en numerosas
industrias, incluyendo el sector de la electrónica, aeroespacial y
energías alternativas. El itrio, por ejemplo, se utiliza en las
bombillas energéticamente eficientes y el cerio se utiliza en las
refinerías de petróleo como un catalizador de craqueo catalítico fluido.
Pero los crecientes mercados mundiales finales para los metales de
tierras raras muestran una gran preocupación por su oferta.
En este contexto, muchos países han decidido desarrollar sus
propias reservas de metales de tierras raras, después de que los chinos
decidieran recortar las exportaciones. Países como Australia, Brasil,
Canadá, Japón, Sudáfrica, Tanzania, Groenlandia y Estados Unidos se
encuentran realizado esfuerzos para reiniciar la producción de metales
de tierras raras.
Desde principios de los años 90 China se convirtió en proveedor
líder mundial de metales de tierras raras, y a pesar de tener grandes
reservas propias, muchos países optaron por importarle los metales de
tierras raras, debido a los precios relativamente bajos. Pero esto
comenzó a cambiar en 1999, cuando China impuso límites al comercio de
estos metales por considerarlos recursos estratégicos. Ya en el año
2008, China controlaba el 97% del mercado de metales de tierras raras,
convirtiéndose en el proveedor mundial de hecho. La dependencia se
convirtió en un problema en 2010, cuando el país redujo su cuota de
exportación al 40%, provocando una crisis de suministro global y
disparando los precios por las nubes. En la actualidad, los precios se
han moderado gracias a una menor demanda y una mayor oferta adicional.
Sin embargo, aunque China suministra cerca del 90% de la demanda de
tierras raras del mundo, las reservas del país representan sólo el 23%
del total mundial. El país asiático no tuvo en consideración el impacto
ambiental asociado, y hoy afirma que los suministros están disminuyendo
en las zonas mineras más importantes, dando lugar a contaminación y
desastres naturales.